"Mientras permanecía con el rostro descansando
sobre ambas manos, observaba detenidamente la manera en que su piel y los
bordes curvos de su espalda brillaban como oro. La ventana justo frente a
nosotros dejaba pasar en abundancia la luz del atardecer y me regalaba una fotografía
inolvidable de colores cálidos y figuras suaves.
Era tal mi recopilación de
datos de aquella escena que podía ver el invisible polvo bajando muy lentamente
por los rayos de luz hasta chocar con los rubios y diminutos vellos de sus
brazos. Deseaba con todas mis fuerzas tocar
su piel dorada con la yema de mis dedos pero al mismo tiempo mi cuerpo
rechazaba realizar cualquier acción que pudiera interrumpir la belleza y la
serenidad del momento.
Después de unos minutos, no sentía más mi cuerpo, no sentía frió ni calor o alguna otra sensación que me recordara que tenía uno, estaba dormido pero con los ojos abiertos, estaba soñando pero en el mundo real y muy en el fondo de mi ser, estaba feliz."
Christian Enríquez